miércoles, 1 de junio de 2011

EL DÍA QUE BRILLÓ MÁS EL SOL


ü  Por:    Isaac, Espinoza Padilla.
Hoy celebramos un aniversario más de la histórica batalla de Ayacucho. Pues hace 186 años  se selló la independencia de nuestra patria  y la de América. En ese sentido, es necesario  conocer como se llevó a cabo la campaña, el desarrollo de dicho enfrentamiento  y los personajes que intervinieron  en tan singular y heroica gesta.
Era el año de 1824, Fernando VII, Rey de España, hacía magnos esfuerzos por no perder el virreinato  del Perú, el único que le quedaba en América  del sur. El general español José de la Serna, último virrey de este territorio se había trasladado a la ciudad imperial del Cuzco  junto a sus generales, oficiales, tropas y colaboradores con el objeto de reorganizarse y aplastar la campaña libertadora del Norte dirigida por el  general  venezolano Simón Bolívar. Éste había sido invitado por el congreso peruano  para concluir con la guerra  de la  independencia. Es así que llega al Callao el 01 de setiembre de 1823 a bordo del  bergantín Chimborazo, siendo recibido con honores por el presidente Torre y Tagle. El 10 del mencionado mes se le entrega el mando supremo del Ejército Unido Libertador. Posteriormente el 10 de febrero de 1824 Bolívar recibe, del mismo congreso, la plenitud de los poderes del Estado. Ya con su nueva investidura  empieza a  organizar con más libertad  la campaña final  contra las huestes realistas   que aún pululaban en nuestra sagrada tierra.
Es preciso indicar que cuando  el creador de la Gran Colombia llegó a nuestro país lo encontró en un caos político. Por un lado el ex presidente José de la Riva Agüero, no aceptaba haber sido destituido de la presidencia, así que  con el apoyo  de una fracción del  ejército se mantenía en pie de guerra  mientras hacía negociaciones  con el virrey sobre la posibilidad de unir fuerzas  y expulsar al dictador  a su nación. Similar acción  hizo el Marqués de Torre y Tagle resentido con el congreso por dejar en suspenso su autoridad a favor del libertador. Pasado cierto tiempo  ambos caudillos que entorpecían  la causa libertadora  son puestos fuera de operación. El primero es desterrado a  Guayaquil  y de ahí a España.  El segundo se refugia en la fortaleza  del Real Felipe , lugar donde se hallaban las tropas chilenas- argentinas ganadas a la causa real , en prueba de ello pusieron en libertad a los militares peninsulares que se hallaban prisioneros ,éstos con la venia de los amotinados, tomaron el control del fuerte.
Bolívar, libre de obstáculos, empieza a reclutar tropas en todo el territorio liberado de la autoridad virreinal. Para mantener el ejército obligó a la intendencia de Trujillo a una contribución para los gastos de la campaña. Asimismo ordenó  cobrar cupos  a las municipalidades, haciendas, iglesias; ésta última  tuvo que hacer entrega de  todas sus alhajas, joyas y piedras preciosas. A falta de hierro para  las espadas, lanzas y bayonetas se tuvo que requisar hasta las rejas  de las parroquias, catedrales, etc., bajo una fuerte censura  y protesta de los curas y feligreses. Bolívar justificó su política con tan lacónica  frase “La guerra no se vence por amor a Dios”. Estableció su cuartel  general en Pativilca y luego en Trujillo. Recibe el apoyo de tropas  gran colombinas al mando de los generales  Córdova y Lara.
La batalla de Junín  se llevó  a cabo el 06 de agosto de 1824, resultando la primera victoria  del ejército independista. Pero lo que nos interesa es la simbólica batalla de Ayacucho. Efectivamente la campaña para este choque bélico  se inicia el 20 de noviembre  de 1824. Contaba entonces, el ejército realista  con un efectivo de 10.000 hombres  distribuidos en 14 batallones  de infantería, 2 brigadas de caballería  y 10 piezas de artillería. Este poderoso  y pertrechado ejército  estaba comandado por el mismo virrey, General José de la Serna, secundado  por el General José de Canterac  y acompañado por los generales chapetones  Valdés, Monet, Villalobos, etc.  Por su parte las tropas  independistas  quedaron al mando del general venezolano  Antonio José de Sucre, ya que el libertador regresó a Pativilca  con el objeto de conseguir  reservas. Le secundaba el general  cuzqueño Agustín Gamarra, quien fue nombrado jefe de estado mayor, así mismo lo acompañaban  los generales: Córdova, La Mar, Miller, Lara, etc. Tenemos que  indicar que ambos ejércitos  estaban integrados  por peruanos, bolivianos, etc. Por ejemplo en las filas realistas estaban criollos, mestizos y las castas, sin embargo  había una gran diferencia  entre ambas fuerzas  y es justamente lo que determinó el desenlace de la contienda  futura.  Esto radicaba en la moral de los soldados  ¿Cómo así? Pues mientras la tropa libertadora luchaba por la libertad de su patria, los del bando  contrario ¿Por qué luchaban? Es así que éstos marchaban  desmoralizados, pues sabían  que iban  a lidiar con sus hermanos. Esto ocasionó una masiva  deserción  en las filas del enemigo y que a su vez  venían a engrosar las nuestras.
El 03 de diciembre de 1824 perdimos en la escaramuza de Colpahuayco donde la vanguardia de nuestro ejército, cuyo saldo fue 300 bajas, una pieza de artillería y todo los pertrechos de los que murieron y replegaron, mientras que el enemigo sólo reportó 30 bajas.
El 09 de diciembre los realistas  se atrincheran ventajosamente  en el Cerro Condorcunca, mientras el ejército unido  libertador  se ponía en orden de batalla en las Pampas de la Quinua, a 12km de la ciudad de Huamanga. Horas antes de la batalla, paradójicamente,  ambos ejércitos se despiden efusivamente ¿Qué raro, no? ¿Dónde se ha visto algo parecido? Aquí podemos darnos cuenta  que en el campo de batalla  no había dos fuerzas  enemigas, sino  un solo pueblo. Las alienaciones  son como  sigue según el historiador  Virgilio Roel Pineda:” 1) En el lado izquierdo, parapetándose al borde del declive se desplazó la división  peruana, constituida por la  “Legión peruana”, los batallones 1,2 y 3 del Perú y teniendo como reservas  a las montoneras del coronel  de guerrillas Marcelino Carreño; al mando de esta división  lo tenía José  de la Mar. 2) Al centro se desplego  la caballería  constituida por los “Húsares de Junín”, los “Granaderos” y “Húsares de Colombia” y el escuadrón “Granaderos a caballo”, tomando el mando de la caballería independiente  el general Guillermo Miller; 3) A la  derecha se desplegó la división de infantería  colombiana, constituida por cuatro batallones, todos al mando del Gral.  José María Córdova; y 4) La reserva del ejército unido  la constituyó  la división colombiana  mandada por el general Jacinto Lara, integrada por tres batallones de las unidades castigadas en el choque de Colpahuayco. La artillería  independiente contaba con una sola pieza, pues las otras se perdieron  en Colpahuayco.” En total eran 5 580 efectivos, con Agustín Gamarra  como Jefe de Estado Mayor y Sucre como jefe del ejército libertador. Por su lado los realistas se alinearon  de manera siguiente, citando al mismo autor ”1) A la derecha (izquierda desde el lado independiente)  se desplegó la más poderosa división  enemiga, constituida por 4 batallones de infantería, 2 escuadrones de caballería y 4 piezas de artillería, teniendo como su jefe al general Jerónimo Valdés; 2) Al centro tomó posiciones la división de infantería, mandada por el general Juan Antonio Monet e integrada por 5 batallones; 3) Ala izquierda (Derecha desde el lado independiente) tomó posiciones la división formada por 5 batallones, que mandaba el general Alejandro Villalobos; y, 4) Las reservas del ejército nacional de España, o ejército Colonial, integrada por 10 escuadrones de caballería con siete piezas de artillería, todo al mando del general José Canterac” en total eran 9 310 efectivos bajo la dirección general del virrey José de la Serna.
Todo iba quedando listo para el choque, entonces el general Sucre arengó a sus huestes con estas brillantes palabras “Soldados, de los esfuerzos de hoy depende la suerte de América del Sur, otro día más de gloria va coronar vuestra admirable constancia”. A las  10:00 AM.  Los realistas dieron inicio al combate. El general Valdés al frente de su división  arremetió violentamente contra la Legión peruana liderada por La Mar.  Estas tropas lucharon  valerosamente derrochando arrojo y patriotismo, sin embargo paulatinamente empezaron a ceder, la embestida enemiga era incontenible. Esto obliga que La Mar solicite permiso a Sucre para hacer uso de las reservas, éste acepta. De inmediato  el coronel de guerrillas Marcelino Carreño  formó en orden de batalla a sus  700 a 900 montoneros a caballo y cargaron contra el enemigo  con tremendos bríos.  Gracias a esta milicia Valdés  se detuvo,  dando  tiempo a La Mar a reorganizar sus batallones y contraatacar. En esas circunstancias  el coronel español  Rubín de Celis obtiene con engaños  la venia del general Villalobos para descender con su batallón  y entrar en acción. Dicha iniciativa es detenida por Córdova y Miller, dando muerte al osado  oficial, mientras sus tropas se dispersan despavoridas. Frente a este  panorama los jefes coloniales envían a 8 escuadrones para restablecer el orden, no obstante son atacados por un regimiento de caballería  del general Laurencio Silva sembrando y esparciendo la confusión. En esos instantes el general  Córdova, sable en mano  arenga a su división  con estas espartanas palabras “¡soldados!, ¡adelante! ¡Armas a  discreción! ¡Paso de  vencedores! Logrando abrir una brecha  por el flanco izquierdo  realista llegando  hasta las alturas del Condorcanqui, es decir había conquistado  la retaguardia enemiga.
No había duda, las fuerzas realistas  estaban en aprietos. En la desesperación  ante los acontecimientos Monet lanza su pusilánime división al ataque, pero ya no hay nada que pueda detener el avance de las tropas  del Ejército unido libertador. Ni siquiera la caballería  de Ferrás hizo efecto, a tal extremo  que el propio virrey  tuvo que bregar  como un cabo cualquiera, confundiéndose entre la tropa  de la división de Villalobos con el afán de organizarlos  y obligarlos a luchar. No obstante  fue herido por armas blancas  y tomado prisionero por el sargento independista Barahona. Ya todos los esfuerzos  por salvar la batalla por el lado de los realistas  fueron en vano, pues sus tropas no querían continuar batallando, retrocedían  despavoridamente y arrojaban sus armas,  quizá en señal de protesta  por hacerlos enfrentar contra su voluntad, a sus hermanos de raza y causa.
La batalla llegó a su fin  a las 13 horas  con la victoria del ejército  independista. El saldo de la contienda  fue lo siguiente: los independientes contabilizaron  300 bajas, 600 heridos; por su lado los colonialistas reportaron 1400 bajas, 700 heridos y 1000 prisioneros. Sucre envía a La Mar a entrevistarse con Canterac para informarle que     está dispuesto a parlamentar. Desde entonces se inicia la negociación entre ambos generales para discutir los puntos que figurarían  en la emblemática Capitulación de Ayacucho. Las sesiones  se prolongaron por dos días, sin embargo se firmó con la fecha  de la batalla en las Pampas de la Quinua. Se redactaron cuatro ejemplares, 2 para cada parte. El Gral. Antonio José de Sucre firmó por el Perú  y el Gral. José Canterac, por España, por encontrarse el virrey en calidad de prisionero. En dicha  capitulación  los vencidos son enormemente favorecidos, más parecían vencedores. Es como  si los soldados  peruanos, bolivianos, chilenos, colombianos, venezolanos, argentinos y ecuatorianos hubieran  luchado por nada , al igual que los montoneros morochucos  que casi más de la mitad  sucumbieron junto a su líder  el coronel de guerrillas Marcelino Carreño. Veamos en que  consistió  este cuestionado documento  que puso fin a la dependencia hispana.
Entre sus puntos más resaltantes podemos apreciar: El territorio en poder  español hasta el río Desaguadero se entregaban a las fuerzas patriotas  con todos  a los pertrechos militares que en ellos existieran; la fortaleza de los castillos de Real Felipe del Callao sería   rendida a la entrega de los partes de la batalla y los alcances de la capitulación al jefe de la plaza fuerte  Gral.  José Ramón Rodil; los prisioneros de esta batalla , así como de los anteriores combates , sin distinción a la bandera  que hubieran servido , quedaban en inmediata libertad, siendo los heridos debidamente atendidos por cuenta del Perú ; todas las propiedades de los ciudadanos españoles  residentes que optaran por permanecer  en el Perú , serían respetados por el gobierno peruano ; el gobierno del Perú se comprometía a reconocer la deuda contraída por el gobierno español para sostener a su ejército  durante la guerra de emancipación ; el Estado cubría el gasto de viaje  de los españoles que desean volver a su país ; todos los militares españoles eran admitidos al ejército  nacional con sus mismas jerarquías ; a los militares peninsulares se les reconocía la mitad del sueldo mientras permanecían en el Perú;  no se destituía  a los funcionarios que habían apoyado a los españoles.
El 25 de diciembre de 1824, Simón Bolívar  en reconocimiento a las tropas vencedoras  en Junín  y Ayacucho les dedica la siguiente proclama cuyo eco retumba hasta hoy en día superando el paso del tiempo:” ¡Soldados, habéis dado la libertada a  la América Meridional, y una cuarta parte del mundo es el monumento de nuestra gloria. ¿Dónde no habéis vencido? ¡La América del Sur está cubierta de los trofeos de vuestro valor; pero Ayacucho, semejante al Chimborazo, levanta su cabeza erguida sobre todos!”
Bueno, sólo me queda por gritar a todo pulmón ¡Viva la batalla de Ayacucho! ¡Viva el ejército! ¡Viva la independencia! ¡Viva el Perú!

REFERENCIAS
1)    Roel Pineda, Virgilio          HISTORIA DEL PERÚ, Edit. Juan Mejía Baca.
2)    Pons Muzo, Gustavo         COMPENDIO DE LA HISTORIA DEL PERU
3)    Cayo Córdova, Perci          HISTORIA DEL PERÚ, República.        

ü  Alumno del IV ciclo de la especialidad de Ciencias Históricas, Sociales y geográficas. Integrante del Círculo Histórico “Javier Pulgar Vidal” de la UNHEVAL.

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